viernes, 26 de junio de 2015

La Fuente de la Paz


¿Cómo encontrar la paz interior?

La naturaleza y la revelación a una dan testimonio del amor de Dios. Nuestro Padre celestial es la 
fuente de vida, de sabiduría y de gozo. Mirad las maravillas y bellezas de la naturaleza. Pensad en su prodigiosa adaptación a las necesidades y a la felicidad, 
no solamente del hombre, sino de todas las criaturas 
vivientes. El sol y la lluvia que alegran y refrescan la 
tierra; los montes, los mares y los valles, todos nos 
hablan del amor del Creador. Dios es el que suple 
las necesidades diarias de todas sus criaturas. Ya el 
salmista lo dijo en las bellas palabras siguientes:
“Los ojos de todos miran a ti, 
Y tú les das su alimento a su tiempo. 
Abres tu mano, 
Y satisfaces el deseo de todo ser viviente”. 
(Salmo 145: 15, 16.)


Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz; 
y la hermosa tierra no tenía, al salir de la mano del 
Creador, mancha de decadencia, ni sombra de maldición. La transgresión de la ley de Dios, de la ley de amor, es lo que ha traído consigo dolor y muerte. Sin embargo, en medio del sufrimiento que resulta del pecado  se manifiesta  el  amor  de Dios.  Está  escrito 
que Dios maldijo la tierra por causa del hombre. (Génesis 3: 17) Los cardos y espinas -  las dificultades y pruebas que hacen de su vida una vida de afán y cuidado - le fueron asignados para su bien, como parte de la preparación necesaria, según el plan de Dios, 
para su elevación de la ruina y degradación que el 
pecado había causado. El mundo, aunque caído, no 
es todo tristeza y miseria. En la naturaleza misma 
hay mensajes de esperanza y consuelo. Hay flores en 
los cardos y las espinas están cubiertas de rosas.
“Dios es amor”, está escrito en cada capullo de 
flor que se abre, en cada tallo de  la naciente hierba. 
Los hermosos pájaros que llenan el aire de melodías 
con  sus  preciosos  cantos,  las  flores  exquisitamente 
matizadas que en su perfección perfuman el aire, 
los elevados árboles del bosque con su rico follaje 
de viviente verdor, todos dan testimonio del tierno 
y paternal cuidado de nuestro Dios y de su deseo de 
hacer felices a sus hijos.

Paz Interior pág. 5-6 Elena G. White 

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